Regalé mi alma imperecedera ¿para qué? para que nunca más me duela.
Se ha roto otro peldaño de la escalera.
Soledad y desengaño son mi condena.
Después de tantos años, carcelero, ¿cuánto queda?
Volver, que me hacen daño los minutos de esta espera.
Pregúntale del tiempo, y a ver si se acuerda de mi.
Pregúntale si es cierto que nadie la ve sonreír.